lunes, 24 de agosto de 2015

✩ Gracias con la mano en el corazón

Hace rato que no publicaba y hoy me dieron ganas de compartir unas reflexiones que hacía sobre mi paso por dos países con lenguas y culturas completamente diferentes a la mía, creo que aprendí algo trascendental. 

Grecia y Turquía fueron los últimos países que visité en un viaje de tres meses, y el paso por ahí fue una especie de confirmación de algo que estuve observando constantemente mientras viajaba en bicicleta por Francia e Italia, donde casi a diario encontrábamos muestras de generosidad por donde quiera que fuéramos, desde permitirnos llenar nuestros botellones de agua hasta darnos un cómodo lugar para dormir con comida incluida.

Pensar en pasar de países donde podíamos desenvolvernos con relativa facilidad gracias a la ventaja que proporciona conocer la lengua, a países donde a duras penas conocíamos las palabras básicas y mal pronunciadas puede ser preocupante.  Por suerte no tuvimos ni tiempo para preocuparnos, pues el paso de una cultura a otra en este mundo tan desafortunadamente acostumbrado a las fronteras se puede dar tan rápido como lo que dura una noche en un ferri o en un bus (casi equivalente a un abrir y cerrar de ojos) o incluso en menos de un segundo, lo que se tarda en cruzar una delgada línea imaginaria.

Este señor nos regaló pan sin siquiera pedírselo.

Fue en ese paso, cuando sin ser casi consciente de ello empecé a usar una especie de lenguaje que no tenía ni idea que conocía, pero que creo que todxs los viajerxs hemos usado en algún momento y que está como dormido en todxs nosotrxs esperando ser usado. Este “lenguaje” es más complejo porque no se limita a palabras, incluye la mímica, las miradas, los sentimientos, habilidad para improvisar, para sonreir, requiere de mucha paciencia, creatividad, ganas... Sin embargo, también creo que es sencillo de desarrollar pues no requiere años de estudio para aprenderlo, basta con necesitar y querer explorar nuevas culturas para empezar a usarlo, basta necesitar ayuda para interpretar un mapa o tener sed y de repente saldrá casi como de la nada, esto en el caso del viajero. En el caso de la persona local, basta con querer brindar ayuda, basta la curiosidad de ver algo extraño y querer saber de dónde viene, para dónde va y por qué, para que esta habilidad florezca.

Haris nos invitó a comer y si hubiera podido hubiera hecho mucho más.
En nuestro paso por Grecia, más que descubrir ese turismo tan famoso de playas, resorts, veladas románticas, etc.… tuvimos más bien la oportunidad de tratar, luchar y aprender como atravesar la barrera lingüística, lo cual además de ser muy divertido (pues los mal entendidos y las miradas de “¿qué diablos están tratando de decir?” a la final terminan en sonrisas y en re intentos) resultó ser sencillo ya que había colaboración mutua y nos abrió las puertas para conocer la cuna de la filosofía, la filosofía de la generosidad, de la amabilidad, de la bondad, del dar sin esperar nada a cambio. Fue así como recibimos pan, chocolatinas, comida, cinta para envolver... tuvimos excelentes guías turísticos, invitaciones a almorzar, acampada... completamente gratis…

Los ciclistas se atraen. Este niño se acercó al ver nuestras bicis, el lenguaje de sonrisas hizo magia.
Nos dejaron acampar en su camping haciendo un trueque. 
Ya en Turquía, enfrentándonos de nuevo a una lengua completamente diferente, ese lenguaje casi mágico se iba perfeccionando y haciéndose más parte de la experiencia. Por ejemplo, cuando me sentía muy conmovida por esos gestos de amabilidad que abundaban, era más fácil decir “gracias” con la mano en el corazón, una sonrisa y/o una leve inclinación.

Estas monjas si nos recibieron, nos hospedaron en una excelente habitación y nos dieron cena y desayuno, con patilla :)!!!
Ese querer comunicarse abría muchas puertas, por ejemplo, en un restaurante un mesero se empecino con enseñarle cómo decir algunas palabras a mi compañera de viaje, cada vez que traía algo a la mesa le repetía algo y no se iba hasta que mi amiga no repetía la palabra correctamente; no tengo duda de que tenía un gran espíritu de profesor esperando ser explotado. Qué buen rato nos hizo pasar!! También tuvimos una bonita experiencia con el señor de la papelería, quien se entusiasmo demasiado al ver que mi amiga imprimió una hoja con las palabras básicas en turco: gracias, hola, me llamo, los números... Al ver el interés, no solo nos quiso enseñar, sino que se esforzó por aprender inglés (pues pensaba que hablábamos inglés), al día siguiente, nos saludo con un “Good morning” y nos despedió con un “Good bye”. Arghhh!! quiero regresar y sorprenderlo con un “Merhaba”!!!!


Sahin, nuestro anfitrión en Estanbul ayudándonos a embalar nuestras bicicletas.

Pero una de las palabras que nunca voy a olvidar es “sor”, “pregúntame” en turco, pues nuestro anfitrión en Estanbul nos lo decía todo el tiempo, ávido de compartir su cultura con nosotrxs (un sur africano, tres belgas, dos colombianas) nos pedía que le preguntáramos cosas, ¿qué cosas?, cualquier cosa que se nos ocurriera sobre Turquía, o palabras en turco, historias, en fin, cualquier cosa...  Un profesor de turco  y de cultura turca, 24/7 con información de primera mano y completamente gratuito, así de afortunada se es cuando se viaja.

Ahmet, siempre recordaré "sor" gracias a él.
Si quisiera sacar algunas conclusiones de este relato, podrían ser bastante simples, ¿cierto?. Sin embargo, lo que uno casi no puede entender es cómo es que con lo maravillosa que es la diversidad, a veces la respuesta ante ella es el odio. Creo que tenemos que desarrollar y usar más ese lenguaje mágico que tan fácilmente nos puede hacer hermanos.