martes, 25 de diciembre de 2018

✩ Confesiones de una viajera

Este es un artículo que tengo pendiente desde hace mucho tiempo. Al día de hoy se siguen acumulado más y más razones de gran peso para hacerlo, así que aquí voy. 

Hace unos días leí el post de una compañera por facebook contando una horrible experiencia que tuvo en un viaje en la casa de su host de couchsurfing. El sujeto le ofreció dinero a cambio de acostarse con él, su excusa el ver la reacción de indignación de mi compañera fue que pensó que como era latina, tal vez le podía servir la plata. Esto sucedió en Europa del norte. 

Sobre casos como estos escucho, leo y converso casi a diario. Me frustran sobre manera, me duelen y me estremecen porque he estado ahí. Por eso, en apoyo a todas esas valientes chicas que se han atrevido a hablar, he decidido contar algunas de mis historias.

Ser mujer no es fácil. Salir de tu casa a coger el bus, caminar cinco cuadras por las que tienes que aguantarte hombres, que para mi son asquerosos, diciéndote cosas, lleves o no lleves falda. Alguna vez hasta me tocaron la cola esperando el bus. Ya estoy muy cansada de eso, y quiero que cambié, así que creo que ha llegado la hora de dejar de quedarnos calladas, por eso cuando puedo también les respondo y esa respuesta es mi forma de hacer catarsis, creo que funciona, siempre quedan como sorprendidos. Es que a una le toca ponerse a educar los hijos ajenos. Sin embargo, hasta hace no mucho aguantaba esos actos de violencia cotidianos de alguna manera que ni sé cómo. Nunca me hice llamar feminista, aunque respaldaba el movimiento. Fue viajar lo que me hizo querer respirar feminista!!! 

La primera vez que sospeché que algo estaba mal fue en Ecuador en el 2012, -no se me olvida- era mi segundo viaje "sola", pero aún estaba "joven", tenía 21 años. Cuando me estaba registrando en un hostel, la dueña me dijo con cara de preocupación y en parte reproche:  "¡y está viajando solita!". La frase me quedó sonando. La verdad, en medio de mi inocencia no entendía bien que me quería decir, ¿acaso viajar es una actividad extrema? ¿solita? Yo no me sentía solita ¿acaso las personas siempre andan acompañadas?. ¿Y por qué el diminutivo? Sé que en nuestras culturas son muy comunes, pero tampoco es que fuera una niña! Confío en mi intuición y ese solita tenía mucho más implícito. Me parece que ese tipo de expresiones están reservadas para las mujeres. 

El caso es que seguí viajando: Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina, países diferentes, misma cuestión: "niña, viajera, solita". ¡¡No, no, no!!. Las mujeres no viajan solas, las mujeres viajan con hombres o no viajan. Es porque nos corresponde a nosotras el tema de la seguridad, de la precaución y, obviamente, el cuidado de la casa. Las mujeres se quedan en la casa, así los hombres no violan, no matan, no acosan. Si esas cosas pasan, la culpa es de ella. Me costó lágrimas viéndome en mujeres viajeras asesinadas y violadas poder entender que esa pude haber sido yo, y que en este sistema, las mujeres no viajan solas. Muchas no estaban solas, pero si viajas con otra mujer, eso no cuenta. 


Pues no. Las mujeres sí viajamos y viajamos como se nos da la gana. Me encanta decirlo así, léase con todo el énfasis, es necesario. Solas, acompañadas por mujeres u hombres, en bicicleta, a pie, a dedo, jóvenes, viejas, con hijos, en fin.  Y es que viajar finalmente es ir de un lado al otro, ¿en qué clase de sociedad vivimos si las mujeres no podemos hacer eso?! 





Viajamos. Mi siguiente viaje fue acompañada, en bicicleta y por Europa. En general me sentí bastante segura, pero no faltaron cosas. Un día estábamos pedaleando por una famosa y concurrida ruta de bicicletas en Francia cuando empezamos a notar que un hombre nos perseguía, se nos adelantaba y nos esperaba y en una ocasión se estaba tocando al lado de la carretera. Fue horrible. Con mi amiga no sabíamos que hacer, tuvimos que cambiar completamente nuestros planes para poder perderlo y no arriesgarnos a quien sabe qué. 

El viaje continúo. A veces la gente se nos acercaba a hablarnos y el 99.9 de las veces era muy agradable. Un día, una pareja se nos acercó y creo que hasta nos gastaron un helado. Estábamos hablando de nuestro viaje, que por lo general causaba admiración, todo el ejercicio, lo recursivas, en fin. En esas no sé que diablos le dio entender al señor que podía tocarme la pierna para ver si estaba bien durita por tanto pedalear. Este es el tipo de cosas que se pasan por alto, que se normalizan. Yo no me sentí nada bien con un extraño tocándome y tanteandome la pierna. ¡¡Qué le pasa!! Sin embargo, no dije nada... 


Seguimos. Llegamos a Turquía, en Estambul nos hospedaron dos hombres maravillosos, pero enfáticamente nos dijeron que no podíamos viajar en bicicleta en Turquía. Una chica había sido asesinada no hace mucho y parecía que ellos estaban dispuestos a secuestrar nuestras bicicletas para que no lo hiciéramos. Así es la situación de las mujeres en Turquía. ¿Hubo más cosas? Sí, y seguro que muchas las pasamos por alto. 



Ya de regreso en Colombia, me pasó algo bien curioso con un amigo. Él me estaba contando que quería hacer un viaje en bicicleta en Europa. Yo, acabando de vivirlo, lo estaba animando a hacerlo. Pero su respuesta no fue la esperada. Él me decía que era muy difícil por el dinero, el hospedaje, en fin. Yo le insistía en que era posible, pero él insistía en que era supremamente difícil porque había que pensar en muchas cosas, que él había leido blogs y que era complicado. No obstante, el estereotipo dominante es el del hombre viajero, explorador, aventurero, sin miedo, que no se bara. Él quería hacer el mismo viaje que yo acababa de hacer, él probablemente tenía más recursos que yo para hacerlo más los privilegios de ser un hombre y además tenía mi experiencia que yo estaba dispuesta a compartir con él, pero al parecer eso para él no significaba nada, no era útil, no era un punto de referencia. Yo me sentí completamente ignorada. Nunca entendí bien lo que pasó ese día hasta que una amiga me contó que le había pasado algo muy parecido con otro hombre. Como mujeres viajeras habíamos sido ignoradas. Entre las dos tratamos de descifrar lo que sucedía y al parecer nuestras experiencias y consejos de viajes no valen. 


Dos años después, estaba viviendo en Inglaterra, trabajaba en un restaurante indio. El cocinero era de Bangladesh, siempre me pareció muy amable y respetuoso, parecía tímido y como triste. Yo siempre fui muy amable con todos los que trabajaban ahí y trataba de estar en buena actitud aunque odiara ser mesera, tal vez se me salía un poco la colombianidad y fue mal interpretado. Hacía diciembre el cocinero se iba a ver a su esposa e hijos en Bangladesh, pero el desgraciado no se pudo ir sin hacer su escena. Me acorraló en la parte de atrás del restaurante y trato de besarme. Es la cosa más desagradable que he vivido, por suerte el asqueroso paró gracias a mi forcejeo y no pasó a mayores. Cuando regresó yo ya había renunciado y nunca lo volví a ver. Desde ahí, sé que mi actitud hacía los hombres ha cambiado radicalmente. Mi curiosidad por conocer personas otras culturas, cuando se trata de hombres, está más marcada por la desconfianza y los estereotipos que por otra cosa. Obvio que quiero que eso cambie, pero primero ellos tienen que querer cambiar.


Imaginen que esto le pasa a muchas mujeres que no tienen otras opciones y no pueden renunciar. Imaginen que todas mis amigas que habían trabajado en restaurantes indios en Inglaterra vivieron situaciones similares. 


Pese a todas los pronósticos, volví a viajar sola, de nuevo en bicicleta, de nuevo en Europa. Hay que decir que Europa es posiblemente el lugar más seguro para viajar, pero no está libre de machismo... Es tan así que una cosa que me impactó fue le incapacidad de un hombre por entender que estaba viajando sola en bicicleta. Su inglés estaba bien, ese no era el problema. Paré a almorzar en sus restaurante y me empezó a hacer preguntas: de dónde era, qué hacia por ahí... en fin, yo le respondí muy sencilla y claramente lo que estaba haciendo, pero él no entendía y casi que agregaba cosas que yo nunca había dicho para poder entender, cosas como: "ah, entonces alguien te está esperando en Roeselare (la siguiente ciudad)" o "Te quedaste atrás de tus amigos". Después llegó un amigo  de él y le contó que yo estaba viajando con unos amigos, que me había quedado atrasada y que ellos me estaban esperando en el siguiente pueblo. ¡¿Qué?! Nunca llegué a comprenderlo, mi conclusión fue que el señor o no estaba bien o sencillamente no podía llegar a entender que una mujer pudiera viajar sola en bicicleta.


Más adelante encontré a un chico en Brujas, él muy amablemente se ofreció a mostrarme la ciudad. Todo iba muy bien y el chico parecía normal hasta que hizo el comentario innecesario: me empezó a hablar insistentemente de sus ahorros antes de invitarme a su casa. Una latina podría necesitarlos, pensaría. 

En Amsterdam estaba súper entusiasmada por hacer un video de la movida en bicicleta. Estaba en esas, en pleno centro de la ciudad, cuando un hombre se me acercó, yo traté de evitarlo pero no funcionó, empezó a preguntarme mi nombre y nacionalidad, le di un nombre falso y le dije que era colombiana, me empezó  a hacer proposiciones y hacerme sentir incómoda, me defendí fuertemente mientras me alejaba y me seguía gritando cosas horribles. Quedé asustada, solo me fui de ahí en mi bici y ni me dieron más ganas de grabar ningún video. 



Luego llegó la hora de viajar a India. Ya antes de viajar los comentarios eran fuertes: "¿Vas a India, quieres que te violen? Increíble pero cierto... Por fortuna, también recibí comentarios de apoyo y muchos consejos. Había miedo, pero muchas ganas. No fue fácil, realmente no es fácil viajar en India sola. Así que cuando encontraba alguien con quien viajar, era muy tranquilizante, podías dejar de tener ojos en la espalda y a los lados por un momento. 


En una sociedad tan tradicional como la india, viajar sola significan muchos ojos acusadores viéndote como si fueras lo peor, estar expuesta a que en las multitudes te toquen la cola, a que te vean como una pobre mujer que no ha logrado casarse y tener hijos, o como una mujer que está buscando marido en tierras extranjeras, y a más cosas horribles que por suerte no me sucedieron. 


Existe una estafa muy común en los restaurantes en la que afortunadamente no caí: primero te dan un menú con unos precios, a la hora de pagar te cobran mucho más de lo que costaba lo que habías pedido, tú te quejas y te muestran otro menú con los precios más altos, es ahí cuando llega la hora de hacerte respetar e insistir y si es necesario subir la voz hasta que te muestren el otro menú y lograr pagar lo que se suponía inicialmente. Siempre tuve curiosidad de saber cómo funciona esta estafa para los hombres. 

Muy a menudo sentí que los hombres indios nos ven como si fueramos unas tontas, -si, lo sé, no todos, no se puede generalizar, pero estoy hablando de lo que sentí-  no importa que hayas sido capaz de llegar hasta allá desde el otro lado del mundo, eres un ser inferior. Así que ellos ya tienen preparada una estrategia a ver si caes y te tranzas por el sueño de tener un esposo indio (jaja). Empiezan con la estrategia de querer ser amigos, aprender de tu país, tu idioma, siguen con el tema de la espiritualidad, que su guru les dijo... (sí, así de estúpidas nos creen), que bla bla bla, caminan a tu lado por cuadras y cuadras... tampoco les importa que tengas novio, ellos creen que son mejores que cualquier persona que puedas haber dejado en casa, si estás viajando es sencillamente porque no eres feliz. Y así, de intimidación en intimidación van por la vida de turista en turista, y así te vas curtiendo hasta que aprendes a alzar la voz y a espantar con las miradas. 

En la India es muy importante cuidarnos entre todas. Ya escribiré más al respecto. 



Soy viajera, he viajado muchas veces sola y confieso que tengo miedo. Confieso que no ha sido todo el tiempo fácil, confieso que he dudado tres y hasta cuatro veces antes de viajar otra vez. Confieso que cuando pienso en las veces que hice hitchhiking o que me quedé con desconocidos, pienso que tal vez hubiese sido mejor no hacerlo. Confieso que si tuviese una hija, me daría mucho miedo que viajase sola. 

Todo esto no para decirles que no viajen, todo lo contrario, es para decirles que somos capaces de superar todo esto y mucho más. ¡¡Sí podemos ser mujeres viajeras!! 


Lo encontré en facebook en mujer semilla

Dedicado a todas las chicas que nos han dejado este año #NiUnaMenos y a las que estamos #NoEstamosSolas #HermanaYoTeCreo #LoQueEsConUnaEsConTodas 





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