miércoles, 28 de agosto de 2013

✩ ¿Orgánico?

Recientemente es muy común escuchar sobre lo "orgánico", tal vez el tema ha despertado nuestra curiosidad y estamos llenxs de preguntas al respecto. Seguramente hay una gran cantidad de información sobre el tema, fuentes más adecuadas que otras, contradicciones, dudas, etc., pero para los que hasta ahora estamos conociendo el tema considero que el articulo que compartiré a continuación es un buen punto de partida, primero para introducirnos en el tema y segundo porque esboza los puntos más importantes a pensar y discutir a la hora de hablar de lo orgánico. 


" VEGETALES ORGÁNICOS


Los alimentos orgánicos se cultivan sin pesticidas ni fertilizantes, siguiendo un estricto control normativo que protege el ambiente y garantiza la larga vida de los suelos. ¿Cómo se cultivan? ¿Por qué son más caros? 

Un comprador probablemente no advierte a simple vista las diferencias entre una zanahoria o una lechuga orgánica y otras cultivadas de la manera convencional, es decir con fertilizantes y pesticidas. Quizá lo primero que note el consumidor sea la diferencia de precios entre unos y otros productos, y que los orgánicos no suelen ser tan atractivos, grandes y brillantes como los otros. 

Más allá del precio, el sabor y la apariencia, los alimentos orgánicos tienen una característica que no está  a la vista y que, para muchos consumidores, justifica que sean más caros: han sido cultivados sin químicos tóxicos y se consideran ecológicos porque las técnicas para su cultivo no contaminan el ambiente y respetan los ciclos del suelo.


A una hora de Bogotá viajando hacia el noroccidente, en el municipio de Madrid, se encuentra la Estancia de Serrezuela, una finca donde desde hace poco más de diez años se producen alimentos cien por ciento orgánicos. Leopoldo Serrano heredó de su madre la tierra y el amor a trabajarla. Ella había iniciado en los años noventa una huerta orgánica que producía lo suficiente para abastecer su casa y las de algunas amigas. Ahora, una diez hectáreas ven crecer las lechugas, brócolis, remolachas, rábanos, espinacas, papas, repollos, calabacines, apios, puerros que cada día surten a una docena de tiendas ecológicas de la capital de Colombia.

Los monocultivos se consideran antiecológicos porque las plantas absorben nutrientes de la misma capa del suelo, empobreciéndolo y haciendo necesario el uso de fertilizantes químicos para nutrirlo de forma artificial. En cambio los cultivos orgánicos se caracterizan por la variedad de especies y la rotación de plantas con diferente profundidad de raíz, para que absorban los nutrientes de las diferentes capas del suelo. De esta forma se garantiza la fertilidad de la tierra a largo plazo y se estimula la propagación de microorganismos que no son buenos para el desarrollo de las plantas. Más que un producto, los alimentos orgánicos implican un proceso, un sistema de cultivo que gestiona la tierra como un ecosistema y reduce el impacto ambientan de la producción de alimentos.
Serrano es uno de los doscientos productores que decidieron emprender el camino de la agricultura orgánica en Colombia. "Este es el mejor modus vivendi. No soy un tipo de oficinas y corbatas", dice mientras ordena planilla de inventario en una mesa burda que le sirve de escritorio.
Las instalaciones de su finca son sencillas. Una construcción no muy grande dividida en tres espacios se levanta al lado de la casa: un cuarto pequeño donde llegan los trabajadores con canastas cargadas de vegetales recién cosechados; una bodega donde están las bateas y mesones donde se lavan, seleccionan y empacan cuidadosamente para luego ser llevados a los puntos de venta; y, por último, un cuarto pequeño y poco iluminado lleno de pertrechos para agricultura que funciona, a veces, como oficina.
Serrano señala que es un trabajo duro, que no lo va a hacer millonario, pero es lo que le gusta, y además está cuidando el suelo, la tierra. La agricultura ecológica es también una posición ética frente a responsabilidad que tenemos de preservar el planeta, dice, y por eso la practica.
En su finca los cultivos están ordenados en hileras. Se aprecian variedades de lechugas, espinaca; saltan a la vista el morado de los repollos y los radicchios. En esta finca se practica la agricultura biodinámica propuesta por Rudolf Steiner en 1924, con la idea de garantizar la regeneración natural del suelo en todas sus capas, revitalizar la tierra y obtener alimentos de calidad. 

Serrano explica: "Se siembra una planta voraz, luego una no voraz, seguida de una leguminosa y por último se deja descansar el suelo. Cada una de estas plantas tiene una profundidad de raíz distinta. Al rotarlas, se garantiza que cada una recoge nutrientes de una diferente capa del suelo, y con cada siembra hay un suelo nuevo".


En 2001 Colombia tenía 25.000 hectáreas de cultivos orgánicos; en 2005 esta cifra se duplicó, y desde 2008 comenzó a bajar. Hasta el año pasado el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural había contabilizado 40.000 hectáreas sembradas de alimentos orgánicos (0,02% del total de las tierras cultivadas en el territorio nacional). No obstante, se calcula de manera extraoficial que hay hasta 250.000 hectáreas cultivadas sin fertilizantes ni pesticidas en el país, pero sus cosechas no se consideran orgánicas porque no han recibido la respectiva certificación.Es que para que un alimento sea considerado orgánico no basta con que en su producción no se hayan usado pesticidas químicos, o que se hayan sembrado varias especies para respetar los ciclos del suelo.

Para un producto sea orgánico, ecológico o biológico (es válido usar cualquiera de los términos) debe cumplir una serie de normas que son evaluadas por un tercero, una certificadora, que a su vez, ha sido autorizada por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
En Colombia, la primera norma para regular la actividad ecológica la expidió en 1995 el Ministerio de Agricultura. Ésta fue derogada en 2002, y desde 2006 rige la Resolución 187, vigente y próxima a actualizarse para incluir nuevos requerimientos.
La Resolución 187 es como un manual de la producción orgánica, tanto agrícola como pecuaria, donde se especifica al detalle cada uno de los procesos de producción: desde la preparación del suelo antes de la siembra hasta la venta del producto, pasando por el transporte, almacenamiento y empacado. El reglamento no deja por fuera las buenas condiciones laborales de los trabajadores de esas fincas.

Una libra de zanahoria cuesta entre 650 y 800 pesos: una libra de zanahoria cultivada de manera orgánica puede costar 2.600 pesos. El incremento en el precio varía de acuerdo con el producto y con los tiempos de producción: en las lechugas, que requieren menos tiempo de producción, la diferencia de precio entre una orgánica y otra convencional no es tan grande.

No es un capricho de los productores que los precios sean comparativamente más altos. El tipo de producción sin químicos exige el doble de mano de obra porque la siembra, la recolección y la aplicación de abonos orgánicos se hace de manera manual. El sello que garantiza que son "orgánicos" es relativamente costoso para un pequeño productor, y además debe renovarse (y pagarse) cada año. El costo de la certificación también varía según el número de hectáreas, el tipo de cultivo y la certificadora que lo realice. Un pequeño productor puede pagar por su certificación unos dos o tres millones de pesos: una suma cuantiosa si se trata de una producción limitada, en pocas hectáreas. Por último, la comercialización que se hace a una escala pequeña, contribuye en el incremento de los precios.



La bióloga Julieta Miller lidera el programa de Agricultura Ecológica del Instituto Colombianos de Agricultura (ICA). Ella se declara "orgánica por naturaleza", tal y como reza el eslogan del programa que dirige. No sataniza la agricultura convencional, pero parte del principio de que si el suelo está bien nutrido y alimentado se obtienen cultivos limpios y sanos.
Pero ¿qué tan dispuesto está un consumidor a pagar un precio adicional por ese producto? Miller es tajante:"Si usted es responsable ambientalmente, lo paga". Pero además del tema ambiental, Miller recalca los posibles beneficios para la salud: "Un producto bueno me va a disminuir la visita al médico. Al final, ¿Cuánto me estoy ahorrando? Si hacemos ese análisis de pronto se vuelve más económica la comida orgánica. Ese es un ejercicio que hay que hacer desde el Estado y otros sectores", dice.
Sin embargo, la discusión sobre si son más saludables los alimentos orgánicos no ha llegado a una conclusión definitiva. 
Un estudio realizado por la Universidad de Standford en 2012 causó revuelo entre los que defienden la agricultura verde. El estudio analizó 240 publicaciones sobre el tema y la conclusión reveló que la comida orgánica no es distinta en términos de nutrición y contenido vitamínico a la comida cultivada de forma convencional. Crystal Smith-Spangler, líder del grupo de investigadores, señaló en el informe "Algunos creen que la comida orgánica es siempre más sana y nutritiva. Estamos sorprendidos al no haberlo confirmado". El "único" beneficio, según el estudio, es que se reduce la exposición a pesticidas y a las bacterias que se resisten a los antibióticos.

Uno de los problemas derivados del uso de plaguicidas es que las plagas tienden a desarrollar resistencia, y esto obliga al agricultor a subir las dosis para exterminarla. Al contacto directo con el tóxico, por parte de los agricultores que aplican los pesticidas, o su ingesta en pequeñas dosis en alimentos, puede causar envenenamiento agudo (el efecto es inmediato) o crónico (los síntomas tardar en aparecer y pueden ser el resultado de la acumuluación de las sustancias tóxicas).
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se envenenan dos millones de personas por exposición directa o indirecta a plaguicidas. De éstos, un millón y medio están en países en vías de desarrollo, donde apenas se usa un 25% de la producción mundial de plaguicidas.
El cuerpo humano acumula las sustancias tóxicas presentes en los alimentos fumigados. Aunque se trata de mínimas dosis que se consideran tolerables o inocuas, no hay estudios que muestren cómo afecta al ser humano la acumulación de estas sustancias tóxicas contenidas en los plaguicidas durante 20, 30 o más años.

Los vegetales que se cultivan en La Estancia de Serrezuela viajan hasta Clorofila, la tienda ecológica de Liliana Morales, ubicada en el barrio Teusaquillo de Bogotá. Con varios años de experiencia en este mercado de lo orgánico y natural, ella cree que el consumidor tiene muchos prejuicios a la hora de comprar, y que, además del factor económico, pesan mucho sus valores estéticos. Bajo este criterio, los vegetales deben ser perfectos, bonitos, brillantes y sin una sola mancha. "Todo tiene que ser perfecto, y los productos orgánicos no son como los fumigados. Esto no es una fábrica, es el campo", añade Morales.
Para ella es indispensable sensibilizar al consumidor: "En la medida en que dejemos de consumir tóxicos se empiezan a recuperar los sentidos de la boca. Los alimentos orgánicos son más verdes, más crocantes, al consumirlos estamos tomando la vitalidad de la tierra como era antes, cuando los alimentos crecían sólo con la energía del sol, de la naturaleza".
Por su parte, Julieta Miller confía en que en el futuro la producción será cada vez más orgánica, o que se reforzarán las Buenas Prácticas Agrícolas, un punto medio entre lo convencional y lo orgánico. Aunque, para ella, faltan campañas desde el Estado: "Como no tenemos campañas permanentes es muy difícil que el consumidor entienda los beneficios de la agricultura ecológica", dice.
Sin embargo, en Colombia las condiciones están dadas para que esto ocurra: existe el marco normativo, las organizaciones para la producción ecológica y los productores. Sólo falta inversión.
EL SELLO DE GARANTÍA
Los productores que aspiran a tener el sello de certificación orgánica deben cumplir al pie de la letra cada una de las exigencias de la Resolución 187 y su reglamento, que no son pocas.
El suelo debe tener tres años sin haber recibido tratamiento químico; las semillas debe provenir de plantas orgánicas; el agua para el riego debe ser potable y conocerse su origen; los predios colindantes no pueden usar químicos porque afectan la producción orgánica; se prohíbe el uso de Organismos Modificados Genéticamente (o transgénicos) y se exige no solo la calidad de abonos ecológicos sino que su administración sea regulada; el área de almacenamiento así como los contenedores y el transporte se limpian usando solo los métodos y materiales permitidos en este reglamento; los productos ecológicos no deben mezclarse con los convencionales y por eso se destina para ellos un lugar específico en los puntos de venta. Además, los productos están obligados a permitir el acceso de personal autorizado del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural para que realice las supervisiones que considere necesarias.
No es todo. La regla también establece que se deben respetar los derechos de los trabajadores, quienes deben tener una remuneración adecuada y debe brindárseles igualdad de oportunidades. Si alguna de estas pautas no se cumple, el producto no podrá ser declarado como orgánico."

Texto: María Gabriela Méndez
Tomado en su integridad de la revista Bienestar, abril-mayo/2013. 



Entonces: ¿vale la pena apostarle a los vegetales orgánicos?  




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